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El castillo de los Cárpatos

La Stilla es una gran cantante de ópera, aclamada por el público y elogiada por la crítica. Uno de sus más fervientes admiradores es el barón de Gortz.​ El barón es concurrente asiduo a sus representaciones, es un enigmático personaje con medios suficientes para seguir a la artista por todo el mundo, su única pasión. El noble nunca se ha acercado a la cantante, nunca le ha escrito, nunca ha intentado verla fuera de escena, pero su voz ha llegado a ser una necesidad imperiosa en su vida. Sólo le acompaña el no menos enigmático Orphanik, un inventor tuerto y macilento que vive a expensas de su amo.

En una gira por Nápoles, el joven y aventurero conde de Télek,3​ de Valaquia, se enamora profundamente (incluso se podría decir que de una forma enfermiza) de Stilla y le pide su mano en matrimonio. Ella acepta y comienza a extenderse el rumor de su retirada de los escenarios, en su apogeo, quizás para librarse de su misterioso admirador.

La noticia provoca celos y odios hacia el conde de Télek, que llega a recibir amenazas a las que no da importancia. Sin embargo, el barón sufre una profunda crisis, e incluso intenta el suicidio. Deprimido, acude a la última representación de la ópera "El Orlando",4​5​ en la que Stilla interpreta el papel de Angélica.

En la última escena, en que la heroína muere, Stilla maravilla a los espectadores con el aria "Innamorata, mio cuore tremane, Voglio morire"... De repente, el barón de Gortz muestra su cara fuera del palco, y sus ojos brillantes en un rostro de inmaculada palidez aterrorizan de tal manera a la cantante que queda paralizada, se lleva una mano a la boca, ensangrentada, vacila y cae. Télek enloquece con la muerte de su amada, que es enterrada en Nápoles.